Mi Testimonio

Crecí en un hogar disfuncional antes que lo disfuncional se volviera popular. Mi padre nos dejó cuando yo era joven. Mi única memoria temprana de él era de cuando yo tenía cuatro años de edad. Estaba llorando porque no quería dormirme aun, y él subió y me sofocó con una almohada. Me desmayé…

Mi madre casi nunca estaba en casa. Ella era una drogadicta y alcohólica. Para cuando estaba en la escuela secundaria yo era un borracho y había arrestado dos veces, y encarcelado una vez. Manejaba alrededor por las calles, encontraba a alguien y lo golpeaba sin ninguna otra razón más que por el hecho de que podía hacerlo. A veces les robaba y a veces no, dependiendo de qué tan mal estuviera. Para cuando tenía 19 años muchos de mis amigos estaban o muertos o en la cárcel.

Alguien me invite a una reunión de David Wilkerson. Nunca había estado en una iglesia o en una reunión como esa. Escuché algo que cambió mi vida para siempre. El tipo dijo que la mayoría de las personas pensaba que Dios estaba o enojado con ellos o tan distante que le importaba muy poco nuestro mundo. Dios era como el padre ausente que nunca se contacta con sus hijos. Dios nunca hizo nada por mí, así que pensé que Dios era como mi papá. Yo era un “don nadie” para Él.

Ya había escuchado de Jesús antes, pero no sabía mucho de Él. Lo que sabía era que Él y Santa Claus estaban a cargo de la navidad, pero hasta allí llegaba mi teología. Jesús no era importante en mi vida, o al menos eso pensaba yo.

Wilkerson dijo: "Todos la hemos malogrado y no hemos vivido una vida perfecta excepto Jesús” (‘Porque todos hemos pecado y hemos sido destituidos de la gloria de Dios’. Romanos 3:23) No podía pasar por alto el hecho de que yo había hecho más que suficiente de crímenes y cosas malas. Mi vida estaba muy lejos de ser perfecta. Según se me explicó el problema era que Dios es un ser perfecto por definición y por acción. Por lo tanto es imposible para un pecador (yo) tener una relación significativa con un Dios que es perfecto, recto y justo, ya que todo ese pecado se interpone. El costo de todos mis pecados es muerte. Esas son malas noticias. (“Porque la paga del pecado es muerte, pero el don de Dios es vida eternal en Cristo Jesús nuestro Señor” Romanos 6:23).

Luego continuó diciendo la razón por la cual Jesús vino a la tierra, la que nunca antes yo había escuchado. Dijo que “Dios me amaba tanto que tuvo que idear una solución a todas las metidas de pata de mi vida”. Esa solución fue enviar a Su Hijo a morir en mi lugar. Es como si estuviera frente a un juez y se me encontrara culpable de todos los cargos, y entonces el juez tiene que sentenciarme a muerte. Lo merezco y la sentencia es justa, pero entonces el juez le pregunta a su hijo si estaría dispuesto a pagar el precio por mí. Solo por amor el hijo dice “sí” y cumple mi sentencia al morir en mi lugar. Luego el juez sale de detrás de la banca y me llama hijo suyo y me recibe como su hijo (“Al que no conoció pecado lo hizo pecado por nuestra causa para que nosotros llegásemos a ser justicia de Dios en Él” 2 Corintios 5:21) (No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Isaías 41:10) Esto tenía sentido para mí, así que todo lo que quería era saber cómo recibir ese perdón y comenzar a conocer a Dios.

El predicador continuó diciendo que Jesús vino par que yo tenga vida y vida abundante (Juan 10:10). Las buenas noticias sobre Jesús eran que Él no estaba limitado al hecho de que había pagado el precio por mis pecados y faltas, sino que después de pagar el precio Él resucitó de la tumba por el poder de la gracia de Dios. Jesús no se había ido ni estaba muerto, mas bien estaba vivo y bueno. Después de pagar el precio por el pecado Dios le levantó para mostrar que el pecado ya no tiene más el poder sobre aquellos que Dios perdona y tienen una relación personal con Él. Todo lo que tenía que hacer era confesar con mis labios y creer en mi corazón que Dios pagó el precio a través de Jesús y que después le levantó de la muerte y entonces yo podría ser parte de la familia de Dios. Sería salvo (Rom 10:9-10).

Todo eso era para mí. Fui delante y oré una oración en la que me guiaron, y no sentí absolutamente nada. Volví a casa esa noche y dormí muy bien. Cuando desperté no necesitaba un trago, no sufrí de delirium tremens (DTs), y por mi vida les digo que ni siquiera podía recordar cómo maldecir. De pronto entendí que era una persona nueva. Aún tenía mis problemas pero de alguna manera ya no era el mismo. Fui liberado de las drogas, el alcohol y de las malas palabras, y tenía una perspectiva totalmente nueva de la vida.

Aún tenía problemas pero Dios estaba conmigo y yo lo sabía. Mis compañeros de drogas me dejaron porque me había vuelto un fanático de Jesús. Antes yo golpeaba y amedrentaba a los cristianos así que ellos tampoco querían estar conmigo. Así que estaba solo y eso era incómodo pero yo estaba bien con eso. Estaba conociendo a Jesús y Él me estaba mostrando cuánto me conocía. Después de cinco meses Dios puso a dos muchachos cristianos en mi vida. Me mudé al otro lado del país con ellos y empecé la vida que vivo ahora.

Fue salvo de mi destructivo estilo de vida en 1973 y he estado creciendo en mi relación desde entonces. La fregué y la eché a perder cientos y cientos de veces, pero Dios siempre ha estado allí amándome incondicionalmente y dándome la gracia para perdonarme a mí mismo. Lo mismo puede suceder contigo ahora mismo. Esto no es ciencia espacial. Simplemente mete en tu corazón que Dios envió a Su Hijo Jesús para pagar el precio por nuestros errores. Entiende que el precio que Él pago fue el precio total. La prueba de que el precio fue pagado en su totalidad es el hecho de que Jesús resucitó de entre los muertos y ahora vive en el cielo y está esperando por ti. Cree y recibe esto en tu corazón y ven a Dios ahora mismo. Usa tus propias palabras y dile qué está sucediendo contigo. Rinde tu vida a Él y empieza el proceso hoy. Llámame o escríbeme y te voy a ayudar.